SEXO, PODER Y GOBIERNO DE LA IDENTIDAD.
Michel Foucault (Entrevista).
� En sus obras, da a entender que la emancipaci�n sexual es menos la revelaci�n de las verdades profundas sobre uno mismo o su deseo que en un elemento en el proceso de delineaci�n y construcci�n del deseo. �Qu� consecuencias pr�cticas se derivan de esta precisi�n?
Lo que quer�a decir es que, a mi juicio, el movimiento homosexual tiene m�s falta de un arte de vivir que de una ciencia o un conocimiento cient�fico (o pseudocient�fico) de lo que es la sexualidad. La sexualidad forma parte de nuestro comportamiento, es un elemento m�s de nuestra libertad. La sexualidad es obra nuestra - es una creaci�n personal y no la revelaci�n de aspectos secretos de nuestro deseo-. A partir y por medio de nuestros deseos, podemos establecer nuevas modalidades de relaciones, nuevas modalidades amorosas y nuevas formas de creaci�n. El sexo no es una fatalidad, no; es una posibilidad de vida creativa.
� O sea, id�ntica conclusi�n a la que llega cuando dice que deber�amos tratar de convertirnos en homosexuales y no limitarnos a reafirmar nuestra identidad homosexual.
Justamente. Hay que renunciar al descubrimiento de la propia homosexualidad.
� �As� como su posible sentido?
Exactamente. Debemos, m�s bien, crear una forma de vida homosexual. Un convertirnos en homosexuales.
� �Y se trata de un proceso abierto?
Desde luego. Si examinamos los distintos modos a trav�s de los cuales los individuos han experimentado su libertad sexual - el modo en que han delineado su estilo vital- o es forzoso concluir que la sexualidad, tal como la entendemos en la actualidad, se ha convertido en una de las fuentes m�s productivas tanto en la esfera social como en la vital. Personalmente, considero que hay que entender la sexualidad de otro modo. Es com�n pensar que la sexualidad subyace en el fondo de toda vida cultural creativa; pero es m�s bien un proceso inseparable de nuestra presente necesidad de crear, al hilo de nuestras opciones sexuales, una cultura vital.
� Una de las consecuencias pr�cticas de este intento de revelaci�n ha sido que el movimiento homosexual no ha superado la etapa de la reivindicaci�n de los derechos pol�ticos o de las libertades p�blicas relativas a la sexualidad, es decir, la emancipaci�n sexual se ha limitado a una mera demanda de tolerancia sexual.
Ciertamente, pero se trata de un aspecto que no podemos dejar de lado. De entrada es esencial que cualquier individuo cuente con la posibilidad y el derecho de elegir su sexualidad. Los derechos individuales relativos a la sexualidad tienen una gran importancia y m�s cuando en muchos lugares todav�a son ignorados. En este momento, no podemos considerarlo como una cuesti�n resuelta. Desde principios de los a�os sesenta se ha producido indiscutiblemente un efectivo proceso de liberaci�n, positivo tanto en el plano pr�ctico como en el de las mentalidades, aunque la cuesti�n no est� completamente estabilizada. Debemos ir m�s all� y uno de los factores de estabilizaci�n pasa por la creaci�n de nuevas formas de vida, relaciones, tratos amistosos en la sociedad, en el arte y en la cultura, de nuevas formas que se establecer�n a partir de nuestras opciones sexuales, �ticas y pol�ticas. No se trata s�lo de defendernos, sino tambi�n de afirmarnos y no �nicamente en lo concerniente a la identidad sino en lo que hace referencia a la capacidad creativa.
- Muchas de las cosas que dice recuerdan los intentos del movimiento feminista por definir una cultura y un lenguaje propios.
Si, aunque no estoy seguro de que debamos crear una cultura "propia". Debemos crear una cultura, debemos llevar a efecto creaciones culturales, pero ah� nos topamos con la cuesti�n 000de la identidad. Desconozco c�mo debemos afrentar la realizaci�n de estas creaciones e igualmente las formas que adoptar�n. Por poner un ejemplo, no me parece que la mejor forma de creaci�n literaria que puede esperarse de los homosexuales sea la narrativa homosexual.
Ciertamente. �Qu� se entiende por "pintura homosexual"?. No obstante, no me cabe ninguna duda de que a partir de nuestras opciones sexuales, �ticas podemos crear algo que en cierto modo tenga relaci�n con la homosexualidad, que no debe ser la mera traducci�n de la homosexualidad en la esfera de la m�sica, la pintura, etc. principalmente porque no creo que sea factible.
� �Qu� opini�n le merece la extraordinaria proliferaci�n, en estos diez o quince �ltimos a�os, de las pr�cticas homosexuales masculinas, la sensualizaci�n de ciertas partes del cuerpo, hasta ahora ocultas o la aparici�n de nuevos deseos?. Estoy pensando, por supuesto, en los aspectos m�s llamativos de lo que conocemos como circuito del cine porno, las salas sadomasoquistas o el fist-fucking? �Se trata de una simple transposici�n, en otro �mbito, de la proliferaci�n general de los discursos sexules desde el siglo XIX o m�s bien de un proceso distinto propio de este concreto contexto hist�rico?
Verdaderamente, de lo que nos interesa hablar m�s es de las innovaciones que llevan consigo estas pr�cticas. Consideramos la subcultura sadomasoquista, por usar una locuci�n cara a nuestra amiga Gayle Rubin. No creo en absoluto que esa multiplicaci�n de pr�cticas sexuales guarde ninguna relaci�n con la actualizaci�n o la revelaci�n de tendencias sadomasoquistas escondidas en el profundo de nuestro inconsciente. El sadomasoquismo es mucho m�s; es la creaci�n efectiva de nuevas e imprevistas posibilidades de placer. La creencia de que el sadomasoquismo guarda relaci�n con una violencia latente, que su pr�ctica es un medio para liberar esa violencia, de dar rienda suelta a la agresividad es un punto menos que est�pida. Es bien sabido que no hay ninguna agresividad en las pr�cticas de los amantes sadomasoquistas ; inventan nuevas posibilidades de placer haciendo uso de ciertas partes inusitadas del cuerpo, erotiz�ndolo. Se trata de una suerte de creaci�n, de proyecto creativo, una de cuyas notas destacadas es lo que me permito denominar desexualizaci�n del placer. La creencia de que el placer f�sico procede simplemente del placer sexual y de que el placer sexual es la base de cualquier posible placer es de todo punto falsa. Las pr�cticas sadomasoquistas lo que prueban es que podemos procurarnos placer a partir de objetos extra�os, haciendo uso de partes inusitadas de nuestro cuerpo, en circunstancias nada habituales, etc.
� La identificaci�n entre placer y sexo est� pues superada.
As� es. La posibilidad de hacer uso de nuestro cuerpo como fuente de una pluralidad de placeres reviste una enorme importancia. Si nos atenemos a la construcci�n tradicional del placer, comprobamos que los placeres f�sicos o carnales tienen su origen siempre en la bebida, en la alimentaci�n y en el sexo. A mi juicio, ah� quiebra nuestra inteligencia del cuerpo, de los placeres. Es desesperante, por ejemplo, que no consideremos el problema de las drogas m�s que desde el punto de vista de la libertad o de la prohibici�n. Las drogas deben convertirse en un elemento cultural.
� �C�mo fuente de placer?
Por supuesto, como fuente de placer. Debemos conocer las drogas, probar las drogas; producir buenas drogas, que induzcan placeres intensos. El puritanismo que reina en relaci�n con las drogas - un puritanismo que obliga a estar a favor o en contra- es un craso error. Las drogas son parte integrante de nuestra cultura: igual que existe buena y mala m�sica, hay buenas y malas drogas. E igual que ser�a est�pido decir que estamos contra la m�sica, es est�pido decir que estamos contra las drogas.
� No se trata sino de sondear el placer y todas sus posibilidades.
Exacto. El placer debe tambi�n formar parte de nuestra cultura. No est� de m�s se�alar que desde hace siglos, la mayor�a de las personas - incluidos tambi�n m�dicos, psiquiatras y hasta los movimientos de liberaci�n- vienen hablando del deseo, nunca de placer. "Debemos liberar nuestro deseo", afirman. �No!. Debemos crear placeres nuevos: acaso surja entonces el deseo.
� �Qu� significado puede tener que algunas identidades se constituyan con base en las nuevas pr�cticas sexuales como el sadomasoquismo?. Esas identidades estimulan la exploraci�n de nuevas pr�cticas; preservan el derecho pleno del individuo a cultivar su identidad. �Pero no limitan tambi�n sus posibilidades?
Veamos. Si la identidad consiste en un juego, en un procedimiento para fomentar relaciones sociales y de placer sexual que determinen nuevos v�nculos amistosos, entonces es �til. Ahora bien, si la identidad se convierte en el problema capital de la vida sexual, si la gente cree que ha de descubrir su propia identidad y que esta identidad ha de erigirse en norma, principio y pauta de existencia; si la pregunta que se formulan de continuo es: "�Act�o de acuerdo con mi identidad?", entonces retroceder�n a una especie de �tica semejante a la de la virilidad heterosexual tradicional. Si hemos de pronunciarnos respecto a la cuesti�n de la identidad, hemos de partir de nuestra condici�n de seres �nicos. Las relaciones que debemos trabar con nosotros mismos no son de identidad, sino m�s bien de diferenciaci�n, creaci�n e innovaci�n. Es un fastidio ser siempre el mismo. No debemos descartar la identidad si a trav�s de ella obtenemos placer, pero nunca debemos exigir esa identidad en norma �tica universal.
� Pero hasta ahora la identidad sexual ha sido sumamente �til en el plano pol�tico.
Si, �til en grado sumo, pero esa identidad nos constri�e y tengo para m� que nos asiste (que debe asistirnos) el derecho de ser libres.
� Queremos que algunas de nuestras pr�cticas sexuales sean pr�cticas de resistencia, en el sentido pol�tico o social. �C�mo es posible esto, cuando el fomento del placer puede dar pie a ejercer un dominio? �C�mo estar seguros de que no se producir� una explotaci�n de esos nuevos placeres - y pienso en el modo en como la publicidad hace uso del fomento del placer como instrumento de dominio social?
No podemos dar seguridad de que no habr� explotaci�n. En realidad, es seguro que habr� alg�n tipo de explotaci�n; las innovaciones, los avances y los progresos que se vayan alcanzando, en un momento u otro, ser�n utilizados en la direcci�n de la explotaci�n. Es consustancial a la vida, a la lucha y a la historia humana: lo que no supone, a mi juicio, objeci�n seria a esos movimientos . Pero tiene toda la raz�n del mundo al se�alar que debemos actuar con prudencia y plena conciencia del hecho de que hemos de seguir adelante, plantearse otras necesidades. El guetto sadomasoquista de San Francisco es un ejemplo acertado de una comunidad que desarrolla la experiencia del placer. Esta segregaci�n, esta identificaci�n, este proceso de marginaci�n, etc. desencadenan tambi�n efectos de retorno. No me atrever�a a emplear el t�rmino dial�ctica pero no debe andar muy lejos.
� Usted sostiene que el poder no es s�lo una fuerza negativa sino tambi�n una fuerza productiva: que el poder siempre est� presente, que donde hay poder hay resistencia, que la resistencia no se encuentra extramuros del poder. �Visto as�, c�mo no llegar a la conclusi�n de que estamos atrapados en esa relaci�n, de que no tenemos escapatoria posible?.
En realidad, no creo que la palabra atrapados sea la apropiada. Se trata de una lucha, pero mi prop�sito al hablar de relaciones de poder es decir que estamos, unos y otros, en una situaci�n estrat�gica. En nuestra condici�n de homosexuales estamos enfrentados con el Estado y el Estado con nosotros. En relaci�n con el Estado, nuestra lucha, desde luego, no es sim�trica, la situaci�n de poder es distinta, pero participamos en esa lucha. Basta que cualquiera de nosotros se eleve sobre los dem�s que esa situaci�n se prolongue para dar pie a un modelo de conducta, para servir de pauta, positiva o negativa, a los dem�s. No estamos atrapados, ni mucho menos. Ahora bien, siempre estamos inmersos en situaciones de esa �ndole, lo que significa que tenemos siempre la posibilidad de cambiar la situaci�n, que se nos ofrece siempre tal posibilidad. No podemos mantenernos extramuros, ajenos a cualquier relaci�n de poder. Podemos alterar siempre este estado de cosas. No ha sido mi intenci�n decir que estamos atrapados, sino por el contrario que somos libres. En una palabra, que siempre nos queda la posibilidad de cambiar las cosas.
� �La resistencia proceder� de ese tipo de din�mica?
S�. D�se cuenta de que si no hubiese resistencia, no habr�a relaciones de poder, porque entonces todo se limitar�a a una mera cuesti�n de obediencia. Desde que el individuo no puede actuar libremente, se ve forzado a utilizar las relaciones de poder. La resistencia surge en primer lugar; sus efectos fuerzan cambios en las relaciones de poder. A mi juicio, el t�rmino "resistencia" supera a los dem�s, es la piedra angular de este proceso.
Si, as� veo las cosas. Limitarse a decir no es una manera m�nima de resistencia. No obstante, en ciertos estadios, es de suma importancia. Hay que negarse y hacer de esa negativa una forma de resistencia determinante.
� Asunto que suscita la cuesti�n de determinar de que modo y hasta que punto un individuo - o una individualidad- sujeto a dominio puede articular un discurso propio. En el an�lisis tradicional del poder, el elemento omnipresente a partir del cual se realiza el an�lisis es el discurso dominante: el resto , las reacciones al mismo, en su seno, anteriores, no son sino elementos secundarios. Sin embargo, si por "resistencia" en el interior de las relaciones de poder entendemos algo m�s que una mera negaci�n ser�a l�cito afirmar que algunas pr�cticas- el sadomasoquismo l�sbico, sin ir m�s lejos- no son mas que el modo en que unos sujetos sometidos articulan un lenguaje propio?
La resistencia es un elemento de la relaci�n estrat�gica en que consiste el poder. La resistencia en efecto parte de la situaci�n con la que se enfrenta. En el movimiento homosexual, la noci�n m�dica de la homosexualidad ha constituido un instrumento de enorme importancia para combatir la opresi�n de que era objeto la homosexualidad a finales del siglo XIX y principios del XX. Tal proceso de medicalizaci�n, que era un medio de opresi�n, fue tambi�n un elemento de resistencia porque pod�an argumentar: "Si no somos m�s que enfermos �a qu� vuestro desprecio y vuestras condenas?", etc. Desde luego, ese discurso se nos antoja hoy sumamente ingenuo, pero en ese momento tuvo una enorme importancia.
En cuanto a las lesbianas, el hecho de que las mujeres, seg�n creo, hayan permanecido durante siglos aisladas socialmente, truncadas vitalmente, marginadas de m�ltiples formas, les ha proporcionado una posibilidad real de constituir un medio social, de establecer un tipo espec�fico de relaci�n social, al margen del mundo masculino. El libro de Lilian Faderman "Surpassing The Love of Men" es, a este prop�sito, extremadamente interesante. Plantea la cuesti�n de determinar el tipo de experiencia emocional, de relaciones que pod�an verificarse en un �mbito en el que las mujeres carec�an de poder social, legal o pol�tico y termina afirmando que las mujeres han aprovechado ese aislamiento y esa ausencia de poder.
� Si la resistencia es el proceso para liberarse de las pr�cticas discursivas, podr�a decirse que el sadomasoquismo l�sbico es una de las pr�cticas que, prima facie, con mayor legitimidad pueden calificarse de pr�cticas de resistencia. �Hasta que punto esas pr�cticas y esas identidades pueden ser consideradas como una r�plica del discurso dominante?
Lo m�s interesante del sadomasoquismo l�sbico es que ha conseguido desprenderse de algunos estereotipos femeninos presentes en el movimiento de lesbianas- una estrategia que las lesbianas elaboraron en tiempos pasados. Estrategia que se basaba en la opresi�n de que eran objeto las lesbianas y que el movimiento empleaba para combatir esa opresi�n. En la actualidad, esos elementos est�n trasnochados. El sadomasoquismo l�sbico trata de desprenderse de todos los caducos estereotipos de la feminidad, de las actitudes de rechazo a los varones, etc.
� �En su opini�n, que pueden revelarnos sobre el poder - y adem�s sobre el placer las pr�cticas sadomasoquistas cuya esencia es la erotizaci�n expresa del poder?
El sadomasoquismo, como bien dice, es la erotizaci�n del poder, la erotizaci�n de las relaciones estrat�gicas. Lo m�s chocante del sadomasoquismo son sus abismales diferencias con el poder social. El poder se caracteriza porque constituye una relaci�n estrategica que reside en las instituciones. La movilidad, dentro de las relaciones de poder, es sumamente reducida; ciertos bastiones son de todo punto inexpugnables porque se han institucionalizado, porque tienen un influjo perceptible en los tribunales, en la legislaci�n. Las relaciones estrat�gicas interindividuales se caracterizan por su extrema rigidez.
El sadomasoquismo es, a este prop�sito, sumamente interesante ya que pese a tratarse de una relaci�n estrat�gica se caracteriza por su flexibilidad. Hay claro est�, dos papeles pero nadie ignora que esos papeles pueden intercambiarse. En ocasiones, al comienzo del juego uno es el amo y otro es el esclavo y al final el que era esclavo pasa a ser el amo. O incluso cuando los papeles son permanentes, los actores saben perfectamente que se trata de un juego, ya se cumplan las normas, ya exista un acuerdo, t�cito o expreso, por el que se establecen ciertos l�mites. Este juego de estrategias reviste un enorme inter�s como fuente de placer f�sico. Pero no me atrever�a a decir que se trata de una repetici�n, en la esfera de la relaci�n er�tica, de la estructura de poder. Es una representaci�n de las estructuras de poder a trav�s de un juego de estrategias capaz de proporcionar un placer sexual o f�sico.
� �Cu�les son las diferencias entre ese juego de estrategias en la sexualidad y en las relaciones de poder?
La pr�ctica del sadomasoquismo termina por introducir un placer, que a su vez hace nacer una identidad, raz�n por la cual el sadomasoquismo es una aut�ntica subcultura; es un proceso inventivo. El sadomasoquismo consiste en la utilizaci�n de una relaci�n estrat�gica como fuente de placer (de placer f�sico), hecho este, el de hacer uso de las relaciones estrat�gicas para proporcionar placer, que se ha producido en otras ocasiones. Ya en la Edad Media, la costumbre del amor cortesano, con el trovador, el cortejo entre la dama y el gal�n etc., era tambi�n un juego de estrategias. Tipo de juego que puede advertirse actualmente entre los j�venes que frecuentan las salas de baile los s�bados por la noche; incorporan relaciones estrat�gicas. El inter�s radica en que la esfera heterosexual, las relaciones estrat�gicas preceden al sexo; se justifican para llegar al sexo. En el sadomasoquismo, por el contrario, las relaciones estrat�gicas son parte integrante del sexo, un convenio de placer en el marco de una situaci�n espec�fica.
En el caso, las relaciones estrat�gicas son relaciones n�tidamente sociales que afectan al individuo en tanto que miembro de la sociedad; mientras que en el otro lo que est� en cuesti�n es el cuerpo. El inter�s radica precisamente en esa transposici�n de las relaciones estrat�gicas que pasan del ritual corporal al plano sexual.
� En una entrevista concedida por usted hace uno o dos a�os a la revista "Gai Pied" afirmaba que lo que m�s perturba de las relaciones homosexuales no es tanto el acto sexual como la posibilidad de que se desarrollen relaciones afectivas que no se amolden a los esquemas normativos; esto es, v�nculos y tratos amistosos desconocidos hasta ahora. �Cree usted que la sociedad teme las virtualidades ignoradas de las relaciones homosexuales o que acaso estas son vistas como una amenaza directa para las instituciones sociales?
Actualmente, la cuesti�n de la amistad acapara toda mi atenci�n. Desde la antig�edad, la amistad ha constituido una relaci�n fundamental; una relaci�n social en cuyo �mbito los individuos contaban con cierto margen de libertad, con cierta capacidad de elecci�n (limitada, sin duda) que les permit�a experimentar relaciones afectivas sumamente intensas. La amistad ten�a tambi�n implicaciones econ�micas y sociales - la persona estaba obligada a socorrer a los amigos, etc. En los siglos XVI y XVII va desapareciendo este tipo de amistad, al menos en la sociedad masculina, y va convirti�ndose en algo distinto. Desde el siglo XVI, encontramos escritos en los que se critica expresamente la amistad, tenida como un foco de peligros.
El ej�rcito, la burocracia, la administraci�n, las universidades, las escuelas, etc.- en el sentido que tienen estos t�rminos en la actualidad- encuentran un obst�culo en amistades tan intensas. En todas estas instituciones, se advierte una considerable actividad para disminuir o debilitar esas relaciones afectivas, se�aladamente, en las escuelas. Uno de los problemas m�s acuciantes que se planteaban, a la hora de abrir nuevas escuelas, a las que deb�an acudir centenares de ni�os, era el de impedir no s�lo que tuvieran relaciones f�sicas, sino incluso que trabaran amistad. A este fin, ser�a sumamente interesante analizar la estrategia desplegada por los jesuitas en sus establecimientos, los cuales, tras comprobar la imposibilidad de anular la amistad, trataron de controlar simult�neamente las distintas funciones que ten�an el sexo, el amor, la amistad, a fin de limitar sus efectos. Una vez estudiada la historia de la sexualidad, deber�amos intentar explicar la historia de la amistad o de las amistades, en plural, una historia que se revelar�a sumamente interesante.
Creo que al decir que la desaparici�n de la amistad como relaci�n social y el que la homosexualidad se presente como un problema social, pol�tico o m�dico, forma parte del mismo proceso.
� Si bien es cierto que lo importante hoy es explorar las nuevas posibilidades de la amistad, no podemos pasar por alto que todas las instituciones sociales est�n concebidas para fomentar las relaciones y las estructuras heterosexuales, en detrimento de las homosexuales. �Nuestra actuaci�n debe tender a establecer nuevas relaciones sociales, nuevos valores, nuevas estructuras familiares, no?. Todas las estructuras y las instituciones propias de la monogamia y la familia de cu�o tradicional est�n negadas a los homosexuales. �Qu� clase de instituciones debemos empezar a establecer no s�lo como defensa sino tambi�n para crear nuevas formas sociales que supongan una alternativa efectiva?
�Qu� instituciones?. Me pone en un aprieto. Desde luego, considero que ser�a completamente contraproducente reproducir en este �mbito y en esta clase de amistad el modelo familiar o de las instituciones propias de la familia. Podemos apreciar no obstante que cierto tipo de relaciones que no cuentan con ning�n amparo son a menudo y al mismo tiempo m�s ricas, m�s interesantes y mas creativas que las relaciones sociales propias de la familia. Naturalmente tambi�n son mucho m�s fr�giles y vulnerables. Se trata de una cuesti�n capital, pero a la que no puedo responder satisfactoriamente. Responder a esa pregunta es cuesti�n de todos.
- �Hasta qu� punto el proyecto de liberaci�n homosexual debe ser un proyecto que, lejos de limitarse a se�alar un itinerario, se proponga abrir nuevas v�as de desarrollo?. Dicho de otro modo �su concepci�n de la estrategia sexual sustituye los programas por la invitaci�n a experimentar nuevos tipos de relaciones?
Una de las mayores ense�anzas recibidas desde la �ltima guerra mundial ha sido el rotundo fracaso de todos los programas sociales y pol�ticos. Hemos comprobado hasta el cansancio que nada sucede como predicen los programas pol�ticos y que �stos siempre o casi siempre han conducido a abusos a al dominio de un grupo, bien sea de t�cnicos, bur�cratas o de otro tipo. A mi juicio, uno de los logros m�s importantes de los a�os sesenta y setenta es que ciertos modelos institucionales han sido experimentados sin atenerse a programas, lo que no significa que se hiciese a ciegas o sin la colaboraci�n del pensamiento. En Francia, por ejemplo, se ha criticado duramente en estos �ltimos a�os que los diferentes movimiento pol�ticos en pro de la libertad sexual, las prisiones, la naturaleza, etc., careciesen de programa. Por mi parte, creo que la ausencia de programa, que no hay que identificar con la ausencia de reflexi�n sobre los acontecimientos o con una inquietud que no tiene posibilidades, puede resultar enormemente provechosa, novedosa y creativa.
Desde el siglo XIX, las instituciones pol�ticas m�s relevantes y los grandes partidos pol�ticos se han ido apropiando del proceso pol�tico; es decir, han tratado de dar a la creaci�n pol�tica la forma de programa para apropiarse mejor de ella. Hay que mantener los logros de los a�os sesenta y de principios de los setenta. En concreto, hay que mantener, con independencia de los partidos pol�ticos y de los programas al uso, una forma de innovaci�n pol�tica . Nadie puede negar que desde los a�os sesenta la vida cotidiana de la gente ha cambiado y mi propia vida es prueba de ello. Cambio que, obviamente, no se ha debido a los partidos pol�ticos, sino a otro gran n�mero de movimientos. Estos movimientos sociales han cambiado efectivamente nuestra vida, nuestra mentalidad y nuestras actitudes, as� como la mentalidad y las actitudes de personas sin relaci�n o ajenas a esos movimientos, lo cual es algo sumamente importante y positivo. Insisto, no son las trasnochadas organizaciones pol�ticas de cu�o tradicional las que han dado pie a esta revisi�n.